Con el magnífico Pregón de Álvaro Carmona López y la Solemne Misa de Romeros, comenzaba una nueva página en la historia de la Hermandad del Rocío de La Carolina. Todo preparado en las casas de los romeros que este año decidían acompañar a su Simpecado hasta la aldea almonteña, para presentarse ante la Blanca Paloma en la víspera de Pentecostés.

La Carolina, comenzaba a andar, comenzaba su caminar hacia la Reina de las Marismas y lo hacía, presentándose en Almonte ante la Hermandad Matriz en la Parroquia de La Asunción y paseando el Simpecado por sus calles. Ya quedaba poco, las arenas del camino esperaban ansiosas a este grupo de romeros con aires de olivos y sabor rociero que en su mente llevaban el recuerdo de todos aquellos que este año no podían acompañarles.

A paso lento cargado de emociones y sentimientos de Salves a la Virgen del Rocío, la hermanad terminaba su primer día de camino, entre pinares y cobijados por la noche de las marismas, sabiendo que ya a muy poca distancia se encontraba la Señora. Con las primeras luces del alba el bullicio se hacía para iniciar el segundo día de camino y así lograr que con la elegancia que le caracteriza, la carreta del Simpecado carolinense pisase las primeras arenas del Rocío para dejarles ante las mismas puertas del Cielo y entonar la primera Salve por todo un pueblo entero que a buen seguro tenía su mirada y pensamientos puestos en ese instante en el que entre lágrimas y cansancio acumulado pero lleno de devoción, los ojos romeros de La Carolina, postrasen su mirada ante la Virgen del Rocío, preparada ya en sus andas de procesión.

Muchas de esas miradas se colmaban en un momento que quedará en el recuerdo para ellos, cuando el grupo joven de la Hermandad, acompañaban a su Madrina la Hermandad de Jaén al encuentro con la Virgen, para algunos vivir de nuevo el instante y para otros estrenar como si de un Domingo de Ramos se tratase, la emoción contenida de su primera vez ante la Señora.

Y ahora si el tiempo pasa, se acaba, pero para dar comienzo a la noche de la ilusión y el amor, de la devoción y el sentimiento recogido en el corazón que latía a ritmo fuerte pero constante marcado por el Rosario de Hermandades, preludio del instante mágico de la salida a su aldea de la Blanca Paloma.