Anoche me asaltaba de nuevo una duda cuando un reguero de pólvora recorría la noticia que este medio de comunicación ofrecía a sus lectores. Es la misma que antes de que se iniciara la competición en Tercera División. ¿Merece la pena jugar así? Esa duda aparece porque un buen amigo mío me escribe para pedir un favor a ver si sabía algo del positivo en el Torredonjimeno. No le di más importancia porque a las pruebas que ayer le realizaron a la plantilla como cada semana le deben seguir otras. Y tampoco porque en mi humilde opinión un contagio no sé ya si es noticia. Posteriormente otro amigo me volvió a comentar lo mismo y claro ante la insistencia tuve que ponerme manos a la obra hasta corroborar que sí que era cierto y que hoy habrá otro test para ver si se confirma o no. Vamos como en los casos del doping que tiene que existir un contraanálisis.

Esta situación, la de comentar o publicar que en el Torredonjimeno, no se confundan mucho, no es una noticia agradable. Y, es más, si hay noticia es que se suspenda el partido, que no se pueda jugar en caso de que el positivo de esa gran persona que es uno de los componentes del cuerpo técnico se confirme. Lo que realmente es noticia es que los jugadores deberán estar diez días confinados si esto ocurre. Que el fútbol en Tercera División no es profesional. Y que esos jugadores que se tienen que confinar tienen trabajo. ¿Qué les van a decir en sus empresas? Esa es la noticia y esa es la situación real del fútbol aficionado. Y eso es lo que no se está mirando con la perspectiva que merece nuestro fútbol local para que no desaparezca y muera también por la Covid-19.

Partidos como el que tuve la ocasión de comentar con ese genio de Juan Hermoso el pasado miércoles entre el Torredonjimeno y el Porcuna no pueden y no deben jugarse en las circunstancias que se hicieron. Un mítico campo como el Matías Prats desolado. Sin gente en las gradas. Vacío. Eso no es que sea triste. Es un dramón. Es la consecuencia de que se tiene que jugar a cualquier precio y luego pasa lo que pasa. Si no se puede jugar, pues no se juega porque el partidazo que vimos el miércoles, árbitro a parte, es de los que hacen afición, de los que quieres gritar en la grada y de los que todos deseamos sea una expresión del deporte. De salir de la rutina, de expresar nuestro corazón y nuestras almas por unos colores. En nuestros gritos, en nuestro aliento, en nuestras palmas.

Aquí lo que pasa es que esta maldita pandemia está ahí. Sigue vigente. Y encima consideramos casi como un leproso al que se contagia y eso es otro error. El que se contagia debe comunicarlo, como establecen los protocolos para controlar la pandemia. Para tener salud todos. Para no jugar los partidos mermados de efectivos y jugadores. Y mucho más importante: para no jugar sin nuestra afición. Ya no solo la del Torredonjimeno, sino la de todos los clubes de nuestra provincia.